juanitorisuelorente -

miércoles, 10 de enero de 2018

LAS HOJAS

(Imagen de la red)




















La catarata inmortal

del río de nuestros pasos

vuela ciega hacia lo hondo

cuando son de ti mis labios.

Todo vino de los ojos

que renacían a diario,

la voz que los germinaba

sobre piedras y barrancos,

con el tiempo en su caudal

dejando de ser humano,

si las horas se nos pasan

sin haberlas comenzado.

Todo vino de sentir

en las ondas de los charcos

un rumor de caracola

al rozarse nuestras manos,

porque era parte del mar

hasta la sed de mirarnos

y rozaba el infinito

el vagar por los tejados,

aunque azotase el desierto

con su corazón de barro,

se debía ser de azul

con las miradas en blanco.

Todo cambió tras la noche

que versó como milagro,

con el poder del silencio

por los precoces presagios,

como infancia que se expande

ya sin poder evitarlo,

a desnudar al destino

y sus temblores extraños,

porque aunque mucho se oponga

el corazón es el amo.

Traen días su locura,

otros no tienen pasado,

bajo la débil coraza

están abiertos los brazos,

la sangre no tiene miedo

y sí la sombra del árbol,

cada día son del aire

las hojas que van pasando.




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