Se agiganta la llama
de ese cuerpo desnudo,
donde el ardor
guarda algún paraíso
bajo el hielo
-dejando atrás
en el tiempo quemado
en el tiempo quemado
la ceguera, la ceniza
en los vapores del agua,
tanto en constante destrucción
y alguna estrella-
tanto en constante destrucción
y alguna estrella-
por seguir con vida.
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