Olvidadas
de sí mismas se mueren
cuando
suelen rendir cuentas al odio
y
pisan sin piedad a las que quieren.
Son
vidas que estuvieron en el podio
y
delegaron mal la voz de mando
por
ser perrito como ángel custodio.
Puebla
la humillación el mundo blando
y
contigo su ardid se multiplica
porque
te has vuelto obrero de su bando.
Y
tu triste memoria solo indica
que
incluso el pensamiento te devora
y
su infausto medrar te sacrifica.
Aquella
vez cediste en mala hora
y
nunca más erguiste la cabeza
quedando
como un bulto que decora.
Y
siempre fuiste un hombre de una pieza,
trabajador,
cercano, cariñoso,
para
mí un gran ejemplo de nobleza.
Muchos
años de afecto tan copioso
que
en la sangre nacieron otros brotes,
un
tesoro invisible majestuoso.
Mas
despliegan las alas sus azotes
y
nuestros rostros van abriendo abismos
hasta
verlos sangrar entre barrotes.
Cuando
el odio activó sus mecanismos
construyó
una pared tras tu atadura
que
originó el más cruel de los mutismos.
¿Qué
sinsentido asaltó a un alma pura
para
que viva ciega de su mano?
¿Qué
fin busca en su muerte prematura?
La
sangre en la razón insiste en vano
porque
lo más cercano está muy lejos,
en
la coraza asoma el pelo cano
y
no estamos ya para odios ni espejos.
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