Yo
sé bien cuanto te quiero,
lo
que suma como a nadie,
sin
estelas de capricho
ni
castillos en el aire.
Yo
sé bien de corazones
que
dejan pasar la sangre
y
la yerguen al olvido
tras
los rugidos del hambre,
de
ese ser que anda perdido
porque
de adentros no sabe.
Y
sé muy bien de los días
que
pasan sin equipaje,
con
el viento vagabundo
golpeando
mis cristales,
casi
rozando mis manos
y
tan lejos de su alcance.
¡Ay,
cuanto pasado en piedra
escribiendo
su aquelarre,
llamándose
perdedor
de
una manera cobarde!,
¡ay,
cuanto apaga encendido
tanto
amor de buena madre!
Y
tanto sé ya de tierra,
de
sus abismos de alambre,
que
siento la sangre azul
por
el confín de los mares.
Y
apenas lo logras tú
con
despertar el instante,
con
escuchar a los ojos,
con
enseñarme la llave:
Vivir
la razón de un beso
cuando
el corazón lo mande,
con
palabras que se muerdan,
con
abrazos que se claven,
olvidándonos
del tiempo
por
los mundos de la carne.
Tan
solo lo logras tú,
y
el secreto quién lo sabe.
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