Solemos
llamarlo arroz,
cambiamos el nombre al campo,
y él solo sirve de excusa
para disfrutar su encanto,
lo mejor de los amigos,
porque invita a ser muy sano.
Y ayer, al mando de Pedro,
un chef de amar al plato,
recitamos al jamón
escribiendo con el labio,
con la cerveza en invierno
y el calor de lo que hablamos,
que aunque nos una la rima
más unen los versos blancos
porque aquí sale la esencia,
dos y dos si suman cuatro.
Al versar en la piscina
nado en verso para abajo,
porque el agua no la entiendo
ni con Gelman de la mano.
Lo demás son pececitos,
y envidio a María Prados.
o como hace José el muerto,
a Turboloco en sus saltos,
Laura y Mary en sus consejos,
al Turbito haciendo el trasto.
Luego está quién no se ar/rima,
quién hace versos roncando,
quién vigila bien la playa,
y a Guadalupe y al gato.
Pronto reina la paella,
el poema más logrado,
que aunque quede mucha tarde
y comida para hartarnos,
y la noche se prolongue
por los ojos más extraños,
ella es la que siempre firma
a este día en lo más alto.
Momentos que repetir
porque la vida es de barro
y cuando al barro le llueve
y estar a gusto es tan raro
hay que llamar al arroz
para sentir en el campo
amor a la buena gente,
a la cerveza y al plato.
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