(1)
Escucho
el mar.
Su
respiración es una grieta
por
donde sangra la luna,
tal
vez de ti.
(2)
Porque
teje sentir
desde
el mar de lo desierto
hila
olas el azul
a
kilómetros del viento,
y
a la ausencia vuela el sol
como
un pájaro sin cielo.
(3)
Hay
un pasadizo
de
fríos prematuros
que
dejan las señales
de
la pena en la palabra,
como
un río al azul
del
hilo que no llama
a
cada instante.
(4)
No
es la primera vez
del
suspiro que se ahoga
al
desplegar tus alas.
Culpa
tienen los giros del descanso
que
cortan la flor
a
mi mirada verde.
(5)
El
mar emerge
y
atento escucha
de
calor enamorado
su
esencial remedio para la sed.
Debajo
de puentes quebradizos,
por
la soledad y el rencor,
la
voz que parece amor
trata
de flotar.
(6)
El
fracaso y la desnudez
nos
confían secretos que no se agotan.
Pero
la mirada ausente
necesita
días
que
reinventen sombras,
y
echar de menos.
(7)
En
el azul inmenso
de
tu tiempo alado
busca
conformarse
el
alma cotidiana
con
la huella de las horas
que
desborde una palabra,
con
el miedo transparente
que
algún surco enhebra.
(8)
Cuando
en toda mitad
el
a solas asola
cuaja
lo amargo,
y
pide labios al aire
como
mano salvadora,
o
tu voz del mar.
(9)
Los
hechos
que
quedan a los pies
de
un lenguaje de espejismos
se
deshacen ahogados
en
al propia tristeza,
y
no hacen
disfrutar
del mar.
(10)
La
herida que no aprende
a
sanar de su ocaso
destilará
su existencia
al
menor movimiento,
manchado
al dolor,
goteando
pasados
a
la paz de una playa.
(11)
La
primera vez
que
te haga el amor
será
verano. Cruzarán las galaxias
todas
las estaciones
y
las unirá el verano a tu piel en la arena.
El
hielo en la lengua
no
atiende a la cordura.
(12)
Mi
azul
es
un grito de tu azul,
y
a estar vivo la vida evapora.
La
voz de una medalla
se
convierte en perfume
y
un ladrido a la nada. El detalle
de
amor equivocado obliga a pensar
si
es una red sin ti, si soy
solo
una araña.
(13)
El
mismo mar,
la
misma lengua de fina arena,
y
nuestras huellas
suspenden
en geografía,
por
andar sin aire.
(14)
Al
cobijo del rencor,
del
tiempo derruido,
sueñan
ser corazón
las
cicatrices. Y,
como
siempre,
tarde.
(15)
Del
azul de mis rutinas
al
azul para los ojos,
pero
breve, seco, extraño, gris,
amargo,
todo
el abecedario
de
las olas fugaces,
y
por labios que no suturan sus abismos.
(16)
Nunca
te escribí. Guardaba
el
frío tus hojas. Y al corazón
no
tenía palabras que decir.
Luego,
cuando
tú tocaste a vivir,
abrió
el mundo
con
ansia de ser testigo
de
tierno aliento
de
mis ojos ciegos.
(17)
Ningún
cuerpo que escapa
se
te parece, todos repiten rostros.
Sus
olas no vienen a mí
como
vendría sola tu ola
nadando
instantes, y solo hallo
razones
en tanto bello para mirarte,
para
volver una y otra vez
a
ser ojos de los de antes, a manos
que
confundan universos
con
el aire de mis labios, a ser
un
beso tonto, o apenas
el
momento más fugaz de verte.
(18)
No
sobra nada. Ni
el
hacer más imperfecto,
ni
el enfado más preciso.
Cuando
así se ama se respira
el
tesoro y la desgracia
que
existir nos da,
y
en lo que toca no se piensa.
Sostener
el desafecto
y
crecer por el simple eco
de
nuestra íntima fragilidad
enseña
a adaptarse
al
alma entregada.
(19)
Dejemos
que nazca
el
silencio enamorado,
que
con sigilo enhebre
el
corazón de las cosas
que
no encuentren la palabra
eternidad
a la desnudez
de
todo lo que ha cosido
mirarte.
(20)
A
otra herida que abre
todos
los infiernos
la
cierra el mar,
el
paseo por una playa.
No
borrará su nombre
la
mirada rota, quedará
el
ayer que la respire, será tiniebla
al
otro lado
con
las verdades a la cara,
pero
aún siendo orilla
de
los cielos posibles
a
donde vamos.
(21)
El
mar se acaba,
y
sigue la ausencia
con
el azul
que
no sostiene pasar página
por
volver a casa,
donde
queramos o no,
y
sobre todo,
se
oye el mar.
(22)
Al
mar de tu enfado
sigo
haciéndole olas,
es
decir:
¿qué
es amar sino
ir
y venir de mar)
(23)
Azul
era
la voz en los ojos,
todo
lo mágico que conmovía
a
la luz
el andar de cada día,
eran
de otros versos los silencios
de
alambre, la luna de cada Te extraño.
Y
el mar
me
deja desnudo esta vez,
con
las sangres
al
aire
y
Nosotros a golpes.
(24)
Cuando
se quiebra el reproche
se
adentra el tiempo en el espejo
y
mira
en
su infancia
aquel
color de la lluvia.
(y
25)
Lo
azul
de
un mundo de fantasía
no
se abandona
sin
alas.
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