(Imagen de la red)
Comencé a una edad madura
sin tomarla muy en serio,
sin saltar alegremente
a la patria de los genios.
Fue un inicio compulsivo
de arrojar hojas al fuego,
de escribir por los tejados
sin paredes ni cimientos,
con las palabras aladas,
sin nacer de los silencios.
Tiempo de pasos atrás
a mirarme en los espejos,
y decirme: “Juan, tranquilo,
escucha a la voz de adentro,
deja libre al corazón
y aletea por los sueños”.
Al cribar las sensaciones
y exprimirles el aliento
recogía gota a gota
solo esencia con mi sello.
E inicié la singladura
con una barca de remos,
sin meta en el horizonte,
con el mar bajo mis dedos.
Corrigiendo mis errores
y el empuje de algún premio
diluyeron a las sombras
que rehuían ser del verso.
Ella es parte de mi vida
y en el corazón la llevo,
me atrae su sencillez,
no la busco por el cielo.
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