He vivido tus poemas
una, y millones de veces,
la misma sangre encendida,
los mismos latidos fieles.
Da igual quién escriba, Madre,
si vuelve el labio a su fuente,
a beber los mismos versos
que tanto y siempre conmueven.
Cánones de tu belleza
que no admiten que diserten,
que te hablen con desabrigo
y que en algo te molesten.
Ya sé, Madre, que versan
con el amor que te tienen,
que nace de lo más hondo
hasta el cantar más inerme.
Y que tú guardas silencio
porque la fe resplandece
y prefieres su constancia
aunque lo usual la gobierne.
Madre, sabes que ando al aire
donde el aplauso no crece,
que prefiero el laberinto
a los delirios celestes,
pero que mi amor es grande
lo sabes sin que lo verse,
que ardes en mi corazón
aunque parezca de nieve.
una, y millones de veces,
la misma sangre encendida,
los mismos latidos fieles.
Da igual quién escriba, Madre,
si vuelve el labio a su fuente,
a beber los mismos versos
que tanto y siempre conmueven.
Cánones de tu belleza
que no admiten que diserten,
que te hablen con desabrigo
y que en algo te molesten.
Ya sé, Madre, que versan
con el amor que te tienen,
que nace de lo más hondo
hasta el cantar más inerme.
Y que tú guardas silencio
porque la fe resplandece
y prefieres su constancia
aunque lo usual la gobierne.
Madre, sabes que ando al aire
donde el aplauso no crece,
que prefiero el laberinto
a los delirios celestes,
pero que mi amor es grande
lo sabes sin que lo verse,
que ardes en mi corazón
aunque parezca de nieve.
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