Palmaditas
en la espalda
a
la sangre pizpireta,
a
ese don que peina el reino
de
la nada y sus afueras,
que
apunta hacia el universo
con
la llama ante la mecha,
como
tantos otros dones
que
parecen y no llegan,
y
entre elogios en el viento
y
mil actos en la agenda
se
va pasando la vida,
se
va pasando la fiesta.
Ese
temblor de la mente
que
en la palabra aletea,
y
le brotan llamaradas
aunque
en el fondo no tiembla,
va
creando todo en verso
con
aplausos como herencia,
como
faros de mentira
que
iluminan la pobreza,
a
poemas que hacen nidos
donde
abrir sus alas ciegas,
si
allí ven lejano al tiempo,
no
ven a su bestia negra.
Ese
viento que no amaina
se
mantiene si a otro enhebra,
si
le devuelve el aliento
que
le columpia a la piedra
de
ese mundo que les crece
abrigando
a la vereda
como
vena a los silencios
y
a sus himnos de opereta.
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