Toco
los sesenta y uno
y
hasta ahora me respeta,
sin
siquiera conocernos,
el
dolor que me rodea.
No
quiero pecar de ingenuo
y
me abrazo a una madera
porque
en los uys de mi vida
ha
rozado mi entretela
y
lo he visto muchas veces
con
el rabo entre las piernas.
No
me ataca el puñetero
salvo
alguna menudencia,
salvo
el set de quita y pon
al
que no se le echan cuentas,
y
sigo teniendo ganas,
hasta
cierta fortaleza,
de
seguir abriendo mares,
construir
en las estrellas.
Pero
también es un puente
donde
el corazón me lleva
a
sentir el que en tu carne
de
modo tan cruel se ceba,
y
aunque no sienta lo mismo
hasta
mi razón se niebla
si
de mí quisiera darte
todo
el estar bien que pueda.
Hoy
me bato con su alma
aunque
aún no me contempla
y
le arranco las raíces
con
las cartas que me deja
que
es vivir muy de la muerte
con
sus sombras en la hoguera.
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