Tu
luz acaba de rodillas
y
dueña al fin de los silencios,
a
fuerza de perder la cabeza
a
bordo de todos los naufragios.
Sobre
tus cenizas
levantas
la mano obsesa
y
arde la raíz de toda ausencia
si
humedeces el hilo que persigue
tan
ciego el absurdo límite
de
ser tu sombra.
Todo
un poso de veneno
que
cae a tu boca desde dentro
y
pide de ti
la
cuenta inversa
para
que vaya descalzando a la oscuridad
y
la haga huir de sí
inútilmente.
Hoy,
como tantos, sigues
hasta
el labio que rebosa,
luego
hasta el sueño que estrangula
otra
tarde a la muerte
en
ti sin vida.
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