En
tiempos que vendrán sobre la tierra
residirá
en la sangre la amargura
alimentando
al mal que a ti se aferra.
Donde
el aire es hermoso, y la cordura,
no
hay obra del destino ni del hambre
aunque
vuele sin freno el alma pura.
Silenciosa
sucumbe la raigambre,
muchas
sombras te guardan el secreto
mientras
cruza el dolor por el alambre.
Queda
enterrado tanto ardor inquieto
en
la sed del recuerdo más sombrío
con
la rabia que vela su esqueleto.
¿Por
qué el cielo deriva hacia el hastío?,
¿tuvo
conciencia el aire de la mente?,
¿y
por qué su estertor lo siento mío?
Hay
momentos que crecen dulcemente
y
en su gracia respiro la belleza
si
no noto en sus pasos tu relente.
Pero
ante todo el mar de sutileza
que
fue obrando caminos a la rosa,
disuelta
en lo celeste la dureza.
Mil
años en la piel meticulosa,
construyéndole
huesos a la calle
por
todo azul que el buen hacer endiosa.
Y
en eso de tu paso no hay detalle,
no
encuentro en tu actitud tan fugitiva
ni
siquiera una imagen que retalle.
A
la sombra de ser la huella altiva
en
la tierra que nutre lo invisible
de
transparente frío a la deriva,
porque
arder en tu sangre es imposible
y
no muerde el engaño lo que dejas
si
el más bello silencio es inaudible.
Ahora
nos miramos tras las rejas
y
los cuerpos más muertos se levantan
de
pasados de arena y almas viejas.
Los
muros de las sombras se amamantan,
de
desnudar errores poco a poco,
cuanto
mas si a la lógica quebrantan.
El
color de la vida, como loco,
va
dejando el invierno en las esquinas
y
en la paz de los sueños su sofoco.
La
tristeza se escucha en las retinas
porque
habita en el barro lo que quiero,
son
las nubes el arte que dominas
y
olvidaste tomar tierra primero.
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