(Imagen de la red)
Del
jardín de la mañana
no
han vuelto a cortar mis manos
más
azul para tus ojos,
otra
luz a nuestros pasos.
Era
el sol hecho palabra,
respirar
bajo su manto,
con
inicios tan risueños,
otras
veces tan opacos,
pero
siempre rey que abría
las
dos puertas a lo amado.
Primero
su diario aroma,
después
el sentir innato,
el
modo de hacer las cosas
de
que cada uno es esclavo,
antes
ver su savia fresca
y
todo luego a su amparo,
sin
ella nada se escribe,
sin
ella la hoja está en blanco.
Adalid
de mil recuerdos,
miles
de horas en los brazos
del
sentir bajo el abrigo
más
hermoso o más amargo.
¡Fuente
del amanecer,
recorrías
nuestros campos,
y
la voz de orilla a orilla
paseaba
por tu tallo!
Hoy
tu mundo está desierto,
sin
ti surge un mundo extraño,
viento
y fuego que en silencio
calcina
el inmenso prado,
toda
flor, y del jardín
hasta
los nuevos milagros.
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