Entre
pasado y futuro,
en
manos de la batalla,
mi
ciudad de época viste,
mi
ciudad cambia de cara.
La
sangre vuelve a su cuna
y
no está la paz dañada,
el
dolor no hace ya nudos
si
ninguna herida sangra.
Bailén
les pone la mesa,
Bailén
les llena la jarra,
y
brindan con uniforme,
es
nuestra tierra su casa.
Ya
redoblan los tambores,
sin
silbar rugen las balas,
lucen
sudores de octubre,
los
cañones a la carga.
Entre
el ruido y la humareda
millares
de ojos rescatan
al
herido disfrazado,
le
sanan con la mirada.
Y
empujan a los valientes
a
devolver la esperanza,
entonces
libró del yugo,
hoy
algún hambre nos calma.
A
las voces que disienten
no
les llenará las arcas,
pero
qué hay de otros paisanos
¿No
es de todos la amenaza?
La
historia tocó a la puerta,
es
un tiempo de migaja,
de
cada uno asir su suerte,
también de empuñar el arma.
Florece
lo recreado,
y
se asienta su campaña,
una
mano más tendida
a
nuestra guerra callada.
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