¿Qué tiene el fútbol, Dios, que no tengan otras cosas?.
He de reconocer que no me esperaba el triunfo de la roja dado el juego en el mundial de una y otra selección. Lo deseaba pero no me apetecía hacerme a la idea para no decepcionarme. Empieza el partido. España juega bien pero no me fío, es peor luego el palo de un gol traicionero. Juega magistral, pasa de cine, les falta culminar, pero ya es pedir demasiado. Alemania está dormida pero una bestia que duerme no deja de ser una bestia. Llega el gol. La alegría, que no la euforia, y quince minutos andando por la habitación como si no estuviera bien de la cabeza. Llega el pitido final, y un momento de silencio raro, de escuchar a unos y otros. Estamos en la final, hemos sido mejores, y lo sentimos como algo muy nuestro, como una maravillosa gesta de la que –sin hacer nada- también formamos parte.
Dios, ¿qué tiene el fútbol que no tenga otras cosas?
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