Ahora
entiendo
a
quienes violentaron la certeza
de
no saber existir
como
último eslabón del saqueo
al
que obligó el hambre
de
uno mismo. Entiendo
que
mordieran la lucha
sin
haber reinado
por
los confines más enloquecidos
de
cierta eternidad.
Y
lo entiendo ahora
que
la sangre se desploma,
desaloja
lo suficiente
para
que irrumpa lo imprevisto
en
cada milagro
de
estar solo de ti.
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