Comerse
la propia luz
en
las sombras de la tierra,
ser
pobre donde al dolor
pise
descalza la pena,
caminar
sobre los huesos
por
un manjar en la mesa,
con
la luna en la cebolla
mostrando
al hambre belleza.
Tenía
trigos el cielo,
el
aire sabía a menta,
a
corazones de niño,
y
con la sangre de fresa.
¡Libertad
sin corazón,
desata
la herida ciega,
que
el viento meza la cuna,
arrope
su carne tierna!
Cuando
la luna es escarcha,
se
vuelve la sangre negra,
a
hierba sabe la boca,
a
sustento de una bestia,
el
niño pan y cebolla
y
más muerta el alma vuela,
lleva
la luna en las manos,
la
ceguera a su inocencia.
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