Se deshoja la distancia
y entre las ramas
va y viene el amor ciego.
Anida en el pensar,
o en voz baja
asomado a otros amaneceres
desde la memoria intacta de
la piedra.
Al aire de su adentro
pájaro de libertad
desolada,
de cielos imprecisos
y sensaciones incompletas,
pero en el árbol de su
latido
un niño con pasado
que no se puede decir,
otoño sin dirección
de primavera blanca.
Del árbol quiere luz
y con cada rostro se
consuela,
su ceguera tiene máscaras
que nadie ve,
y el sentimiento mira y mira
la certeza que abriga:
el infinito de la sombra.
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