A
menudo tu piel se escurre entre mis dedos,
si
es tan fugaz su fuego, tan pronto la ceniza,
aunque
escuche en tu voz la luz que respiramos,
tantas
horas sin sol, que de nuevo lo escriba,
escriba
todo el tiempo de sueños imposibles,
de
instantes que logramos rozando las esquinas.
A
menudo los ojos sostienen el sentido,
si
juntos por silencios acarician la espiga
que
brota de los labios tan sedientos de pan,
de
olvidados sudores, tan sombríos de vida,
vida
de días simples donde irrumpe el azul
por
la triste agonía de la noche precisa.
A
menudo es tu cuerpo, compartiendo temblores,
el
que aprieta mañanas en las noches esquivas,
si
te abraza el papel prisionero del hambre,
por
la nada infinita, si tu alma ansío mía,
mía
hasta tu memoria, la tristeza de piedra,
hasta
el último muro que nuestro amor prohíba.
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