Lo más cerca que estamos
es uno dentro del otro,
pero solo a nivel corazón.
Es el cielo interior
y exclusivo de los ojos.
Bajo él construimos
paraísos de sueños
para que los habiten
mañanas de cemento.
Su camino de sangres
es un ir y venir a la sed.
Su único placer la soledad,
que mientras tanto sutura.
Y todo ahora sin cabeza...
siendo el cuerpo sufridor testigo.
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