No
dejarnos vencer por el tiempo
rompió
su atadura, y cedimos...
si la
soledad era una sombra que avanzaba,
y la
casualidad hizo que no mirásemos atrás
al
iluminarnos los rostros. Y cedimos,
cedimos
a su espiral hasta hundirnos
en las
raíces de los labios. El ansia
acompañó
a la sed, y tuvo un brillo
apagado,
pero nació para otros besos.
No
pensar fue su gracia irrepetible,
ese
efímero instante
en que
todo fue dichoso.
(de
“Después de la lluvia”)
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