(Imagen de la red)
Enciende
la inocencia de un abrazo
la
antorcha de los ojos que se aman,
que
susurran te quieros que reclaman
a
los labios fundirse a su regazo.
Nuevos
besos esbozan trazo a trazo
los
temblorosos cuerpos que derraman
sangre
por los efluvios que reclaman
apretar
oprimidos fuerte el lazo.
Lentamente
el ocaso delirante
es
fruto que recoge la tiniebla.
Su
progreso retorna a lo distante.
Gozoso
el sentimiento pronto puebla
al
idioma genuino dominante.
El
sexo por sí solo no lo amuebla.
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