No
se oyen los pasos. Atrás
está
la ropa caída. No hay nadie,
y
no hay ojos que giren la cabeza.
Poco
a poco, cara a cara,
los
cuerpos se van ensombreciendo.
Se
acercan sin memoria. Llueve
deseo
desde los vacíos del alma.
Los
brazos rodean y aprietan otra vida.
La
piel se deshace en la piel...
los
corazones comparten su sangre. Y
hundidos
los rostros
ya
nada hace daño.
Estupendo poema contenido. A veces, en la conteción y en la brevedad está el acierto. Gracias Juan!
ResponderEliminar