juanitorisuelorente -

martes, 3 de marzo de 2020

FELICIANO Y LA FELICIDAD (Relato corto)

(Imagen dela red)


















Que Feliciano no era feliz lo sabía hasta por sus días más felices. Y tan empecinado estaba en conseguirla que la ascendía y ascendía hasta su cumbre más aguda y siempre acababa con la misma sensación de vacío y soledad.
Feli, se decía, ha de haber algo más allá, algo que pueda mantenerla firme y constante, otro tipo de felicidad que no nos abandone nunca”.
No podía pensar que llegase tan natural, tan como si no ocurriese nada, y que, tras disfrutarla unos momentos con el corazón, le llenase el alma, y se alejase sin más, sin poder retenerla.
No podía ser tan esquiva, tan generosa y abierta, y de pronto dar la espalda y desaparecer, sin un adiós,sin un ahora vuelvo. Y Feliciano lo llevaba muy mal. Él se sentía feliz, estaba casado, tenía dos hijos, niño y niña, preciosos, un casa en un lugar tranquilo, un trabajo de funcionario, y en su entorno reinaba la cordialidad y el esparcimiento. Él era abierto, dócil, y se mecía en un mar que poco enturbiaba la vida oscura y farragosa.
Tan a gusto estaba que cuando notaba un mínimo freno en su felicidad, un mínimo descanso, rabiaba. Y saltaba todo por los aires cuando ocurría algún imprevisto y la huida era siempre inevitable.
Tenía claro que la felicidad debía estar, residir en cualquier parte, en un palacio de ensueño, y que celosamente mantendría en secreto. Un lugar no muy lejano, pues si se lo proponía llegaba con rapidez: tomando una copa, jugando con los niños, haciendo el amor a su Maruja; aunque efímera, demasiadas veces, pero como algo muy suyo, algo que englobaba a todo lo suyo, y que ya necesitaba solo para sí.

  • Maruja -le dice aquella mañana en que cavila ir en su busca- ¿Eres feliz?
Maruja ya llevaba tiempo observándole, viéndole abstraído, y temiendo lo peor.
  • Claro, ¿por qué no? -le responde.
  • Pero...,¿eres feliz todo el tiempo?
  • ¿Por qué no, chiquillo -le arrulla mirándole a los ojos- no nos falta de nada, estamos sanos, nuestros hijos también, la felicidad es eso.
  • La felicidad va y viene, y mientras tanto hay una vida en la que no aparece, como si no existiera- exclama Feli mirando al infinito
  • Si estuviese siempre sería empalagosa, ¿no crees?
  • ¿Empalagosa?, ¿empalagosa? -vocea alterado- ¡si el objeto de la vida es ser feliz!, ¡si ese es su único sentido!, ¿como puede ser empalagosa?
  • Tranquilo, león -le dice Maruja acariciando su hombro- la vida es lucha y desasosiego, y la felicidad vuelve cuando se van venciendo los momentos duros.
  • No estoy de acuerdo -brama Feli, todavía irritado- Si no se marchase esos momentos no pasarían, ¡jamás sufriríamos por nada!,¡incluso el sufrimiento sería feliz!, ¡se aceptaría como parte de la felicidad!

Maruja se cansa,y le sale lo que lleva dentro:
  • ¿No estarás enamorado de otra?
Él la mira y sonríe.
  • No sé -contesta.
Maruja esboza un gesto agrio, y él la besa.
  • Te quiero, pero ¿sabes?,también quiero ser feliz plenamente.
  • Y lo eres, ¿no te das cuenta?
  • No, Maruja, plenamente no. No la quiero a medias y cuando le apetezca a ella. La quiero las veinticuatro horas y todos los días de mi vida.
Maruja se enfada. Como broma le molesta.
  • Debería verte un médico -le dice.
  • Voy a ir a buscarla, Maruja -sentencia Feli, muy serio.
  • Estás loco -grita Maruja con enfado, y se marcha con aspavientos.


Esa noche, Feli, no podía dormir. Maruja no le permitió rozarla siquiera, y vagaba por lugares oscuros y vaporosos. Sudaba, pero más por nerviosismo que por este calor premioso que ya anunciaba el verano. Y no lo pensó . Echó a la mochila algo de ropa, una botella de agua, cogió algo de dinero, besó a los niños que dormían y saltó a la madrugada.
Feliciano vivía en las afueras de la ciudad, pero desechó la idea de irse en coche. Sabía que no sería una búsqueda cómoda,y que la hallaría donde menos pudiera imaginar. Seguro que, como inicio, donde la felicidad más pudiera estar ausente.
Hacía una noche infame, de un sopor molesto e irrespirable. Recorrió más de un kilómetro por las aceras de varias urbanizaciones, rozando setos y ladridos. Y se dirigió al centro, a un barrio por el que no pasaría ni en coche, cuna de droga y prostitución.
Miraba en las primeras casas los signos evidentes de dejadez y pobreza, cuando una sombra le sacó de sus temblores y dudas. Sombra de un hombre orondo, bajito, de mediana edad y que intentaba escurrirse en el anonimato. Pero Feliciano le frena.
  • ¡Hombre, Benitez!, ¿qué haces por aquí?

  • Vaya, Feli -dijo éste, simulando estar sorprendido- ¿Y tú?

  • Yo voy en busca de la felicidad.

  • Vaya -balbucea Benitez- no sabía que tú también...

  • A ver, Benitez -le aborda ya Feli sin preámbulos- ¿Tú eres feliz?

  • Pues..., mira, sí, en este momento sí.

  • Pero..., ¿la tienes permanente? ...a ver, quiero decir, ¿la tienes

constante?

Benitez se rasca la cabeza.

  • Hombre, ha durado un buen rato..., y no se ha marchado todavía.

  • ¿Ves? -le golpea Feli en el pecho- ese es el problema,que esperas que

se vaya como algo normal.

Benitez, entre las sombras, se acerca a la tibia luz que desprende una farola

para verle bien la cara.

  • Oye, Feli, ¿te encuentras bien?

  • No como quisiera, amigo Benitez -le responde con la mirada en el

fondo de la calle, perdida en lo oscuro. Luego regresa unos segundos

para mirar a Benitez, y susurrarle- Busco estar cien por cien feliz, no

creo hacer con eso daño a nadie.

Benitez resopla. Pero empieza a interesarse por el tema. Conoce bien a Feli

y sabe que detrás de esta aparente idiotez debe haber algún trasfondo

lógico, puede que alguna sana aventura.

  • ¿Y como esperas conseguirla? -le pregunta.

  • No lo sé. No tengo ni idea -responde Feli, de pronto algo abatido,

pero se repone- Pero tengo claro que no voy a consentir ni una sola

vez más que me deje tirado.

  • A ver, a ver -insiste Benitez- dices que está y no, que va y que

viene...

  • Claro.

  • ...y que la buscas para que se quede todo el rato, solo para ti.

  • Solo para mí la mía. Yo no quiero la de nadie.

  • Pero..., chico, a ver -cavila Benitez- Vives como un marajá, no te falta de nada, me consta saberlo. Y no entiendo ni jota. La felicidad come de tu mano. La tienes a tu gusto. Si te hablase de la mía fliparías, si ya solo la noto cuando vengo a casa de la Juani y me cepillo a alguna nueva, como hoy a Bumba. Que, por cierto, es impresionante, tío -y la describe haciendo gestos ostentosos.

  • ¿Bumba? -pregunta Feli sin dejar de mirar infinitos.

  • Una africana, recién llegada de sepa Dios. Una mujer culta, maestra de escuela, con la que, después de eso, he estado hablando de mil cosas súper interesantes, como conociéndonos de siempre. Maestra, y mira como acaba. Y para colmo la Juani la ha echado. Ha entrado al cuarto gritando que eso es un negocio, de trabajo rapidito y no un lugar de charla, y que había clientes que se habían marchado. La ha echado y yo me he ido con ella. La he dejado en un parque. No tiene donde ir, la pobre.

Feli no puede creerlo.

  • ¿La has dejado tirada?, ¡qué poco corazón!

  • Pero, Feli -responde Benitez con gesto agrio- solo faltaría..., tengo ex suegra, ex mujer, ex hijos, ex trabajo. Es una tía estupenda, pero estoy tieso, ¿qué podría yo hacer por ella?

  • No es un perro, Benitez -le dice Feli apretándole el hombro- podrías estar acompañándola, y a lo mejor se sentiría feliz.

Al decir esa frase, el rostro de Feli se ilumina. “Se sentiría feliz”, le martillea en el oído.

  • ¡Claro! -estalla silenciosamente- ¡Hacer feliz!, ¡hacer feliz a alguien!, ¡eso da y reporta felicidad!

  • ¿Qué...? -susurra Benitez, abstraído.

  • ¡Benitez! -le grita Feli.

  • ¡¡Qué...!!

  • ¿Donde está ese parque?

El parque “El alcubón” es un nido de víboras diurnas en el que no cabe el juego de un niño. Feli lo recuerda de pasada, de circundarlo con el coche y de cuando su padre le advertía que jamás pusiese sus pies en él. Un lugar tabú que no ha tenido la necesidad de descubrir nunca.
Y en él se adentra entre setos y bajo oscuridades extremas, con la mirada intermitente, entre algunas ventanas de alrededor con las luces encendidas y televisores a todo volumen, y el interior de aquel laberinto sinuoso que, como una selva en su arbolado y suelo de montañas de desechos, es ideal para todo tipo de intimidades y comercio.
Benitez va delante. Intenta recordar donde dejó a Bumba hace un rato. Feli le sigue con el corazón varado metros antes, pero con esos pasos extra que su interior empuja con ánimo emergente.

  • Aquí, Feli -señala Benitez, sobre un banco, a un bulto en postura fetal.
Bumba duerme. Feli la observa unos segundos. Recrea la mirada en una mujer negra de muslos explosivos y senos flácidos, en un rostro curtido por la vida en guerra.

  • ¡Bumba!, ¡Bumba! -le zalea el hombro Benitez.

Ella da un salto felino y hace gestos de defensa con los ojos aún cerrados.

  • Tranquila -la calma Benitez- Soy yo, y vengo con un amigo.

Bumba se recuesta.

  • ¡Dejadme en paz!, ¡tengo el cuerpo cerrado!
  • No venimos a eso, tonta. Mi amigo está buscando a la felicidad.

  • Pues yo no conozco a ninguna -gruñe Bumba, e intenta volver a su

profundo sueño- ¡dejadme en paz, tarados!

  • Bumba, me llamo Feliciano -masculla con un ligero temblor- Me

gustaría hacerla feliz.

Bumba salta como una gata salvaje, y ríe a carcajadas.

  • ¿Tienes un billete de quinientos euros?

  • Claro -responde Feli, y hurga con rapidez en su cartera. Lo encuentra

y se lo ofrece.

Bumba recela. Retrocede unos cuantos pasos. Benitez intenta tranquilizarla.

  • Es buena gente, Bumba, le conozco desde niño. Algo soñador, pero

buena gente.

  • ¿Y tú? -le grita Bumba- ¿Quién coño eres tú?
Bumba coge el billete que le extiende Feli, lo mira como si fuese falso o

una broma, y sigue con los brazos extendidos sin dejarles acercarse.

  • ¿Y esto por qué?, ¿a cambio de qué?

  • A cambio de hacerla feliz -le contesta Feli- No tiene que hacer nada.

Bumba delira, gambetea, hace ademán de marearse.

  • Estáis locos,como una cabra. ¿Tenéis una cámara oculta?, ¿hoy toca

reírse de la negra?

  • Por favor, Bumba, tranquilícese, y siéntese, por favor -le pide Feli.

  • Déjale hablar, Bumba -insiste Benitez.

A regañadientes, se sienta.

  • Ese dinero ya es tuyo -dice Feli- Y no tienes que hacerme nada. Yo

no busco eso de ti, sino solo tu felicidad, y la mía. -Feli cambia el
gesto y añade su sempiterna pregunta- ¿Eres feliz?

Bumba alza la vista y responde con sarcasmo:

  • ¿Feliz?, ¿qué es eso? No recuerdo haberlo sido alguna vez. Quizá cuando me casé..., di a luz a mis dos niños..., y nunca nadie me ha regalado nada. Debería rechazar este dinero, o ganármelo.

  • No, no, es tuyo, de corazón – dice Feli, y continúa con la mirada perdida en lo oscuro- Yo creo que tú y yo hemos hecho lo mismo. Tú un buen día abandonaste tu casa buscando una nueva vida, a la felicidad, en suma, y yo acabo de abandonar la mía buscando ser feliz plenamente...

  • La felicidad plena no existe – le interrumpe Bumba.

  • Ni de coña -apostilla Benitez.

  • Pues a mí me deja un vacío enorme cuando no la siento cerca – continúa Feli con los ojos algo llorosos- Sobre todo en esos momentos en que nada de lo que tengo me satisface, en ese más allá que no alcanzo ni rozo, y es en esos instantes cuando esa felicidad que me falta copa el protagonismo de todo mi deseo, de toda mi ambición, de todas mis ganas de lucha.

Bumba ríe con ganas y le espeta:
  • ¡Tú estás enamorado!, je,je, ¡tienes todos los síntomas!
  • Puedes tener razón -dice Benitez rascándose la barba, y se dirige a Feli- Esa es la felicidad que buscas, amigo mío.
Feli queda pensativo. Se sienta al lado de Bumba, y mueve la cabeza sin decir una palabra. Luego susurra:
  • Pero yo en mi corazón no tengo a nadie. Estoy seguro.
  • Tienes a la felicidad -dice Bumba- A esos pequeños lunares que van conquistando al resto de tu vida. Buscas la felicidad porque no amas. Tú quizá no estás convencido de eso pero sí tu subconsciente. Tú tan solo buscas el amor, y estás enamorado, aunque físicamente no tengas a nadie.
  • Te dije que era maestra -dice Benitez, alardeando de haberla conocido, luego vuelve a rascarse la barba- ¡Qué lío!
  • No, corazón, no lo es -sigue Bumba- Yo no soy feliz, ni me interesa estarlo, porque yo no amo ni quiero amar a nadie. Mi marido y mis dos hijos murieron en el viaje. Mi felicidad murió con ellos.
  • ¿Estoy entonces enamorado de la felicidad? -se pregunta Feli con balbuceo- No puedo creerlo. Quiero a mi Maruja, a mis hijos, a mi trabajo, a mi vida, pero algo se viene abajo, se rebela.
  • Me estás dando la razón -dice Bumba.
  • ¡Madre mía! -exclama Benitez, pensativo- A mí me echó mi mujer de casa, no tengo hijos, cobro del paro una miseria, pero... -señala a Bumba- tú me has hecho hoy feliz.
  • No confundas el tocino con la velocidad -sonríe Bumba- Amor me has dado poco, so bestia.
  • ¡Vaya tres! -sonríe al fin Feli, y confiesa- La verdad es que hay una Angelita que...
  • Ya nos vamos entendiendo, je,je -ríe Bumba, y le aprieta el hombro.
  • Puedes dormir en mi casa esta noche, je,je -se ofrece Benitez.
  • ¿Los dos? -sigue riendo Bumba.
Feli escurre una lágrima. Los tres se abrazan sin apreturas.
  • ¿Buscamos un café? -preguntan al tiempo.








1 comentario:

  1. https://literaturasiulmducas.blogspot.com/2020/07/en-la-ventana.html

    ¿Qué te puedo decir? No sé como, pero así pasó. No sabes cuanto me avivaron unas pequeñas y a la vez grandes palabras tuyas. "Al principio fuistes tan tierno..."
    Pero me dejé llevar por la pasión y lo estropié todo.
    "Te tornarste tan brusco".

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