Caminan
escondiendo su vergüenza
esas
bestias que cargan sobre el hombro
la
vida que no cuesta deshacer,
de
amores que demuestran sobre el polvo.
Son
hijos de la voz desheredada
que
reinan con el odio entre los ojos,
con
la muerte a traición como la savia,
veneno,
con lo eterno de trasfondo.
Si
tras un corazón que no respira
se
esconde un infeliz poquito a poco,
latiendo
a duras penas como mártir
y
esperando ver luz en los escombros.
Rostros
que van quedando sin conciencia
en
lo absurdo del hombre, sus rastrojos;
la
búsqueda del yermo paraíso
tras
la insigne grandeza de los monstruos.
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