Tienes que perdonarme. Nada
podemos hacer en la isla de los náufragos
habitándola a destiempo. Así
la pasión queda tendida entre rama
y rama del pensar. Y no logra
nada, salvo una respiración convulsa.
La espera no cede en su mudez,
y los ojos giran y giran el reloj de arena.
Lo sé. Nuestro sueños siguen
obedientes, nos ofrecen volver
al día siguiente, pero sus cielos
solo enseñan a sufrir. Perdóname,
si amarte trae así consigo la eternidad.
(9 de septiembre de 2013)
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