(Imagen de la red)
En antes del
después
de un
romance interminable
tuvo en una
noche en blanco
al amor en
el alambre
con la rabia
entre los dientes
y preguntas
en el aire.
Esa luz tan
repentina
que por fin
mi nombre blande
me llama a
ser en tu vida
el puerto de
nuestra sangre
si el mar
renace en tus venas
junto al
nudo, en los lugares
donde manda
el corazón,
donde tú
nunca lo abres.
Al notar que
algo no entiendes
te responde
lo inmutable
con un
seísmo de frío
y epicentro
en los instantes,
cumbre que
pisamos juntos
con cielos a
nuestro alcance,
que creíste
solo un rumbo
a una
existencia agradable
con caminos
a las horas,
a los años,
sin notarse.
Por tanto
cada te quiero
era una
cosecha de nadie,
solo un
breve forcejeo
con la
derrota en la carne
que no daba
para dos,
forjando de
dos el cauce.
Y en este
verano, el mar
nos vuelve a
unir, tan distante,
con los
versos a su abrigo
de un
romance interminable,
los versos
que, como musa,
tú me
dictas si te place
en la
estructura fetiche
de tus
momentos más grandes
en este año,
amor, distinto
si ya en ti
en futuro arde
y me entrego
a tu conquista
con la vida
por delante.
Pasa el
lunes, corazón,
y se
encadena el romance
tanto a tus
días de mar
como al
verso que ame un martes
que te echa
un mundo de menos
en una
asonante nueva
porque
amarte con locura
es del día
que hoy te besa,
hoy rendido
a las entrañas
del puntal
de mi existencia,
la mujer que
me construye
y me abraza
cada grieta
con
sencillez en los ojos,
con la vida
que le quema,
la mujer que
amarra al cielo
a mi voz que
aún me tiembla
por tanta
primera vez
en las cosas
más pequeñas,
la mujer que
encuentra al hombre
con la
sonrisa desierta,
el
sentimiento sin alma
viviendo
bajo las piedras,
alejado de
la gente,
con la
sangre sin bandera,
tan ajeno a
los detalles
como afín
al alma yerma,
y le sabe
ver ternura
arrancando
la maleza,
y le sabe
oír la voz
que le
escribe cosas bellas,
le abre los
ojos a sí,
a todo el
brillo que apresa
la losa de
oscuridad
de la vida
sin esencia,
y le acoge
entre sus horas
más
extrañas y complejas,
un tiempo
donde su vida
vaga ajena a
toda huella
con el rumbo
a su mañana
entre
senderos de niebla,
y le acoge
entre sus horas,
y juntos son
agua y tierra,
un abrazo
entre las ramas
de los días
sin cabeza,
sin buscar
otro sentido
que el de
unir dos almas muertas.
Años que
saben a trigo,
a rosas,
lluvia y poema,
que nos va
forjando el yunque
de las
miradas estrechas,
el sentirnos
sin pensar,
el amar sin
darnos cuenta
a ese
cuchillo en los ojos
que nos late
en cada vena,
y en el que
hoy al fin me ves
como un
palpito a tu vera.
Y tras el
martes que acaba
hay un
miércoles que arenga,
porque tres
días sin verte
tienen besos
de un te quiero
bajo la piel
de lo azul
hacia los
cielos del tiempo,
lleva a tu
rostro en los labios
desnudando
los recuerdos,
porque tres
días sin verte
ponen a
prueba a lo eterno,
al amor de
viva voz
que necesita
silencios,
las costuras
del abrazo
desollándonos
los huesos
y ese beso a
la deriva
como
náufrago sin remos
hacia las
islas perdidas
de nuestras
mares más densos,
porque tres
días sin ti
me hieren el
pensamiento
si tengo sed
de tu sangre,
si se me
clavan los miedos
cuando el
mundo de vacía
en cada
escena que sueño:
un café
frente al castillo,
ir al cine,
o un paseo,
un rato con
la familia,
con amigos,
solo nuestro,
compartiendo
día a día
lo más
simple y tan inmenso:
dos
corazones unidos
que laten al
mismo tiempo.
Y roza el
romance un jueves
y continuo
sin verte,
sigo mecido
en tu rostro,
en tus mares
de agua verde,
en imágenes
que enmarco
a diario
cientos de veces,
que siempre
beso en el móvil
con tu voz
aún caliente
si revisto,
corazón.
tu nombre
por mis paredes
y malvivo en
los instantes
que día y
noche no te tienen,
si decir: Te
echo de menos,
es ya una
frase de siempre,
otro verso a
las esquinas,
a volver al
mundo inerte,
y ya nos
necesitamos,
no nos sirve
el beso agreste,
las miradas
que, en segundos,
cruzan ríos
sobre puentes
ni que
nuestras manos rocen
los
universos que duermen,
no nos
sirven los poemas
con los
secretos ecuestres
de ese tinte
de misterio
que solo
saben los peces
porque el
necesitarnos
es un salto
hacia la gente,
hacia el: A
nadie importa
que amemos
hasta a la suerte,
la de
habernos conocido
tras un
pasado indeleble,
que amemos a
la evidencia
si entre los
pasos nos hierve
ese sol en
los latidos
cuando
alguno se haya ausente,
aunque haya
un salto a la espera
porque amar
así desee,
pero hay
rosas al oído
y los ojos
ya nos muerden
con palabras
de otra cumbre
porque te
rompen tus redes.
Hoy es
jueves, y el regreso
es de un mar
con otro brillo,
de un ansia
que me desnuda
lo que soy,
en ti, tan niño,
de una
sensación alada
que me lleva
a estar contigo
de la mano
de las olas
que van
perdiendo su brío
y te acercan
a la tarde
apurando
hasta lo nimio
tanta
brevedad del mar
en otro año,
tan esquivo,
en el que
estrujas las horas
hasta el
último suspiro,
si hoy es
jueves, y el regreso
dará un
salto a los abismos
porque somos
agua y tierra
y fuego hay
en nuestros hilos.
Yo quisiera
amanecer
recorriendo
tus latidos,
estrujándonos
el aire
hasta
escucharle sus gritos,
ser tu día
y tu noche
sin segundos
de respiro.
Yo quisiera
amanecer
en tu rostro
por los siglos,
y a ese
tiempo que nos mata,
que quiere
imponer su sino,
donde la
vida no llega
y hasta un
beso es laberinto,
quiero
hablarle al corazón,
quiero
decirle a su oído
que vuela en
manos del ciego
el amor
hasta su Olimpo,
que la
espera y sus afueras
cuando todo
está nacido
es un sol
que busca herencia
en la sed
que no anda ríos,
mas que
quiero hasta la espera
porque te
amo el infinito
si en el
antes del después
del romance
que termino
tuvo en una
noche en blanco
a tu amor
entretejido
a la rabia
entre los dientes
y preguntas
al destino.
Te quiero.